Una de ovejas y cohetes

Brevísima reflexión entorno al Proyecto misilístico Cóndor II

Pedro Pablo
7 min readSep 25, 2023

Un diputado paraguayo llama a invertir en defensa a raíz de un conflicto de soberanía con la Argentina y en su discurso evoca la necesidad de incorporar misiles al arsenal de su país.

Este hecho más farandulero que noticioso me hizo desempolvar una tésis de Pablo Gabriel de León: “El proyecto misilístico Cóndor. Su origen, desarrollo y cancelación” (2017), a la sazón lo que considero el único estudio serio y acabado sobre un hito en la historia de la industria militar y aeroespacial argentina.

Pensé con cierto grado de humor, frente al comentario del edil paraguayo, que si los paraguayos quieren misiles se los podríamos haber vendido nosotros. En definitiva, otra oportunidad perdida en nuestra industria nacional.

Pero en un contexto donde se empiezan a poner sobre la mesa nuevas hipótesis de conflicto que amenazan la estabilidad de la región y en un mundo multipolar con nuevas inestabilidades e inconsistencias geopolíticas, amerita tomarse un poco más en serio la historia del Cóndor II y retomar algunos conceptos.

Los orígenes del Cóndor II

La subordinación política que vive la Argentina no sería posible sin un sistema cultural que nos hace repetir el “no puedo” como Nación. Pero la historia del Cóndor es el relato de un pueblo que pudo y le dijo “no” a la libertad y la soberanía, al PODER NACIONAL, por miedo.

Como en la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel el miedo y la desesperación por la supervivencia se conjugan en la rendición frente al soberano. ¿En qué momento la Argentina perdió su insubordinación fundante -en los términos de Marelo Gullo-?

Veamos qué pasó con el Condor II. Todo empieza con un tal Teófilo Tabanera, que en 1949 juntó a un puñado de locos y creó la Sociedad Argentina Interplanetaria. Suena un tango de fondo. Entre los cinco países que podían soñar con viajar al espacio, asomaba una Argentina semiperiférica pero pudiente. Los primeros pasos en materia atómica y misilística los dio el gobierno de Juan Domingo Perón, cuándo no, y los proyectos iniciados fueron interrumpidos por la fusiladora.

En 1949, Argentina lanza el primer aeromóvil propulsado por un motor cohete con combustible líquido, diseñado por Ricardo Dyrgalla. Se llamó el Tábano y el motor AN-1.

Años más tarde, en el año 1960, Frondizi crea la CNIE (Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales), y pone al frente a Tabanera. Bajo su gestión se lanza en 1961 desde Pampa de Achala el primer cohete argentino: el Alfa Centauro, el cual logró alcanzar varios miles de metros de altura.

Durante la década de los ’60 el Instituto de Investigaciones Aeronáuticas y Espaciales (IIAE) diseñó varios cohetes de distinta índole los cuales fueron lanzados desde Pampa de Achala y Mar Chiquita. El cohete Castor a 8 años del lanzamiento de Alfa Centauro bate el record de altura a 420 km de altura. Ese mismo año llega el primer hombre a la luna. La CNIE y la IIAE son las únicas dos agencias espaciales de Latinoamérica.

Estos desarrollos, en tanto y en cuanto fueron posibles, se hicieron realidad, cumplieron etapas, y más menos fueron políticas de Estado que sobrevivieron a gobiernos de facto, liberales, nacionalistas y radicales, tuvieron continuidad. En gran medida se le debe este impulso a los militares, ya sean peronistas o nacionalistas católicos, desde Perón a Onganía, estos proyectos se mantuvieron.

La visión militar planteada por Tasso en 1969 constaba en 4 etapas y 4 desarrollos distintos: la experiencia (1) y la fabricación y desarrollo de un satélite (2), base de lanzamiento (3) y cohete lanzador (4). El objetivo integral constaba en poder dispensar de toda intervención foránea, Tasso reconocía la necesidad de adquirir capacidades tecnológicas extranjeras, pero trazaba un plan de acción para poder hacer todo en territorio nacional. Esto De León lo llama régimen tecnopolítico autonomista.

En 1979 Alvarisqueta realiza un segundo informe, en el cual ya se habla de producir combustibles sólidos en el país y se incorpora la expresión “misil” en el contexto de este tipo de desarrollos. Esto hace que el informe sea clasificado como Secreto. E introduce Proyectos Balísticos de corto y medio alcance como así también Proyectos Balísticos de largo alcance. Siempre superficie-superficie. Y plantea uno con alcance de hasta 1500km.

Todos estos desarrollos eran de base dual, si bien se planteaban con objetivos científicos tenían una potencialidad de uso militar. Acá hay dos hitos que no debemos perder de vista: 1. por un lado el conflicto con Chile en 1978 por el Canal de Beagle y luego la Guerra de Malvinas, aceleran la necesidad de dualizar los desarrollos, y 2. la política económica de Martinez de Hoz significa un fuerte cambio de paradigma respecto del nacionalismo que predominó en la política económica entre 1943 y 1976.

Así es que la historia de la industria misilística nacional se podría dividir en dos períodos, uno entre 1949–1979 y otro entre 1979–1991. La aparición de hipótesis de conflicto reales y urgentes en la escena política argentina llevan a la Fuerza Aérea a mirar con buenos ojos la transmisión de tecnología foránea. En ese contexto se contrata a Messerschmitt-Bölkow-Blohm de Alemania para desarrollar un misil de alcance medio (1.000 km) superficie-superficie propulsado con combustible sólido.

Un cóndor y muchas ovejas en un contexto de grandes cambios

Así nace el Proyecto Cóndor II, ya en una nueva etapa de posguerra y trasciende el paso a la vida democrática, con la anuencia del Presidente Alfonsín quien continúa invirtiendo capital en este desarrollo.

Si lo hizo para complacer a las cúpulas militares y evitar nuevos intentos de golpe -algo muy propio de este período- o si lo hizo con la convicción de que era importante para la Defensa Nacional, es algo que no podremos más que lucubrar en discusiones de café.

Lo cierto es que cuando la economía muestra sus primeros síntomas de estrés, en 1986, el Gobierno entiende que debe encontrar patrocinadores, y esto deriva en una alianza con el Gobierno de Egipto, quien en realidad opera de manera oculta como intermediario de Irak. Es decir: Sadam Husein gira recursos a El Cairo, quien a su vez invierte en el Proyecto Cóndor II para obtener transferencia de tecnología, que en definitiva proviene de Alemania, de una empresa privada que también formó parte del desarrollo del Pershing II (un misil de idénticas condiciones fabricado por EEUU).

A las claras, ya no tenemos sólo un proyecto aeroespacial con fines científicos y eventuales incidencias en materia de defensa, sino que tenemos: un contexto de posguerra con Reino Unido por las Islas Malvinas, un proyecto misilístico muy similar a uno nortemaricano de última generación, la posibilidad de desembocar en un misil de largo alcance con carga nuclear y contratos difusos con quien sería el actor principal antioccidental en la inminente Guerra del Golfo. Hacia fines de la década del ’80 las presiones diplomáticas sobre el Canciller radical Dante Caputo logran paralizar el proyecto.

Finalmente, en el año 1991, y dentro de un nuevo paradigma de entrega total de soberanía, relaciones carnales con EEUU y unas reanudadas relaciones bilaterales con Reino Unido, se cancela el proyecto Cóndor II, junto con el Plan Nuclear Argentino y toda ínfima posibilidad de volvernos un país soberano en materia de Defensa, con capacidad disuasiva para proteger tanto la integridad territorial, la bicontinentalidad y los intereses comerciales y económicos de nuestro país.

Qué alcance podría haber tenido el Cóndor II

La interrupción del proyecto no sólo implicó una concesión en materia de defensa y soberanía. También se destruyó un camino de desarrollo en materia de ciencia y tecnología. Se echó por agua millones de dólares invertidos, recursos humanos, horas de trabajo, infraestructura y lo más increíble de todo: décadas de política de Estado.

El horizonte que habría animarse a desarrollar este tipo de misilística no sólo nos hubiera abierto un parámetro de autonomía política y comercial, nos hubiese vuelto un referente regional en materia de Defensa. Nos hubiese podido servir para constituir alianzas más sólidas y duraderas con socios comerciales de la región como Perú, Bolivia, Paraguay y Uruguay.

Indudablemente esa conquista hubiera impulsado a otras potencias regionales como Brasil y Chile a seguir el mismo camino, y en el marco de una convivencia diplomática madura e inteligente podríamos haber utilizado esa competencia para consolidar la infranqueabilidad sudamericana, es decir: bajar el nivel de injerencia norteamericana y británica en la región.

Sólo a efectos de mostrar los efectos disuasorios que implicaba tener este tipo de dispositivos, recreé tres escenarios defensivos en caso de conflicto con Brasil, Reino Unido o Chile. El alcance de 1.000km nos hubiera permitido defendernos de ataques por el Océano Pacífico, tras la cordillera, y sobre pasar el área de Malvinas.

Alcance del Cóndor II desde un vehículo lanzacohetes ubicado en la Prov. de Misiones
Alcance del Cóndor II desde un vehículo lanzacohetes ubicado en el extremo Este de la costa bonaerense
Alcance del Cóndor II desde Río Gallegos
Alcance del Cóndor II ubicado en la Provincia de Mendoza

Conclusión

El corolario de esta historia no versa sobre la cancelación de un proyecto de defensa por innecesario, por costoso o producto de una incapacidad técnica o cultural. Lo ridículo y obsceno de este triste final, es que versa sobre un capítulo más de entrega y subordinación política, a espaldas del Pueblo, en un entramado de mafia, corrupción y miopía política, perpetrado por un gobierno neoliberal, que no sólo destruyo el Estado, el tejido social y la capacidad productiva de un país: atento sencillamente contra toda posibilidad de supervivencia de una Nación, desechando un proyecto de investigación tecnológica sostenido incluso por bandos antagónicos a sangre y fuego como fuera el peronismo y las dictaduras que nos persiguieron y fusilaron.

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