Tres líneas estratégicas concretas para la recuperación de las Islas Malvinas

Pedro Pablo
6 min readApr 2, 2024

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Mucho se habla de que las Malvinas fueron, son y serán Argentinas, que es un reclamo inclaudicable y que lo haremos a través de la vía pacífica. Pero nunca se habla realmente del cómo. Al punto tal que a 42 años de la recuperación por la vía fáctica y a 40 años de democracia, todo pareciera ser parte de una gran simulación, de un discurso obligado, formal, impostado pero que poco tiene que ver con una Estrategia Nacional.

El mundo seguirá dando vueltas -en un sentido geopolítico- y esas vueltas nos pondrán frente a oportunidades de recuperación o situaciones de mayor pérdida.

Puede ocurrir que veamos una escalada de la guerra en Ucrania hacia todo Europa y esto afecte las capacidades operativas de Reino Unido, como la atención y el interés de Occidente. Puede ocurrir que un conflicto directo entre Occidente y China nos regale una oportunidad dorada como otrora la tuvimos en las dos grandes guerras.

A su vez puede ocurrir que los planes occidentales marchen según lo previsto y al vencer el Tratado Antártico EUA, Reino Unido y sus socios de la OTAN avancen sobre nuestro territorio bicontinental.

Puede ocurrir incluso que instalen un conflicto no convencional en la Patagonia y destruyan la integridad territorial de la Nación.

Ahora bien, en cualquier caso la pregunta es: ¿cómo se prepara la Argentina para cualquiera de estos escenarios? Van aquí tres frentes que, convertidos en política de Estado, podrían propiciar la presión necesaria para que Argentina pueda volver a pensar -en términos realistas y no viri viri discursivo- en recuperar su territorio de ultramar.

1. Integración infraestructural y cultural con Chile

Photo by Juan Manuel Núñez Méndez on Unsplash

Con Chile ha predominado el aroma a conflicto. Esta displicencia generalmente sembrada de ambos bandos tiene raíz en la intervención británica de sus relaciones, allá por los años de la independencia. Tal división tiene su lógica en el temor de que surgiere una gran potencia sudamericana al Sur de América. La unificación de un Estado-Nación con influencia “costa a costa” hubiera entorpecido el comercio anglosajon del Pacífico al Atlántico, siendo antes de la construcción del canal de Panamá el Estrecho de Magallanes el único canal posible para el comercio mundial.

Hoy Chile representa, y más desde la Guerra de las Malvinas en 1982, la base continental segura para las operaciones británicas en el cono sur. Su alianza es de primer orden y así lo sostienen diversos documentos desclasificados de la época, donde EUA manifiesta una fuerte relación de confianza con el país trasandino.

Argentina deberá construir relaciones de confianza mutua, proyectando un desarrollo económico y político más jugoso que el que pueda prometer el mundo anglosajón. Nos toca a nosotros mostrar la alternativa geopolítica, y promocionarla fervientemente, pues de la clase política chilena no va a surgir tal interés.

Los principales ejes de trabajo deben ser la construcción de tratados que garanticen poner los productos chilenos en el Atlántico al menor costo posible, nutriéndose Argentina de estos canales de comunicación para exportar al Pacífico. Redes de autopista coast to coast que unan los puertos de San Antonio (Ch), Valparaíso y Puerto Montt con los de Buenos Aires, Bahía Blanca y San Antonio Oeste.

A su vez, esta estrategia debe incluir un fuerte acercamiento socio-cultural, fundado en la similitud de nuestras costumbres, nuestras pasiones y la hermandad de nuestros pueblos. Las industrias culturales y los medios de comunicación cumplen un rol fundamental.

Finalmente, los ejercicios militares conjuntos son clave para generar confianza mutua y una cultura castrense cercana y fraterna. En este punto, Argentina debe mejorar su nivel armamentístico para ofrecer una paridad a Chile y reabrir las charlas de ABC en término de defensa regional. Hoy Argentina no tiene absolutamente nada que ofrecer al planteo defensivo chileno. Luego de un proceso de reinversión, sería necesario convocar a la diplomacia chilena para construir un marco de protección mutua.

2. Integración militar y geopolítica con Brasil

Photo by Rafaela Biazi on Unsplash

Con Brasil hemos compartido ejes defensivos fundamentales, ambos países “se cubren las espaldas”. Los ejercicios militares son cotidianos y las FF.AA. se respetan mutuamente generando lazos de camaradería fructíferos y constructivos para los intereses de cada Nación.

Surgidos en el marco del Mercosur y luego del Unasur, ambas naciones no sólo han compartido ejes de trabajo sino también proyectos industriales conjuntos como el todo terreno GAUCHO, de mayor uso en Brasil que en Argentina.

Hoy Brasil se dispone a avanzar en la defensa nuclear, camino muy recorrido por Argentina y en el cual tenemos mucho que aportar. Esta palabra es pesada y enciende las alarmas de cualquier agencia de seguridad internacional. Pero ya lo había advertido Perón, la forma más eficiente de asegurar la soberanía regional es volver a transitar esos caminos.

Brasil y Argentina pueden avanzar en proyectos militares de alta tecnología y construir un escudo para toda la región sur, el cual colabora y contribuye a lo planteado en el último párrafo del punto anterior.

3. Fortalecimiento propio

Photo by Thomas Park on Unsplash

Ninguna negociación pacífica por cuestiones territoriales tiene sentido si una de las partes -menos si la parte que debe promover la negociación- tiene una debilidad asimétrica respecto de la otra. La capacidad disuasoria, los riesgos y puntos de tensión que orbitan la charla dependen 100% de la capacidad de infringir daño de la parte que llama “al diálogo”.

En política internacional si hay algo que brilla por su ausencia es la inocencia y la buena fe. Menos tratándose de Inglaterra.

Si uno quisiera trazar tres ejes rápidos, tres conclusiones, que emergen de la guerra de las Malvinas, el primero indudablemente es la ruptura de la participación argentina en la vida civil de los isleños. Antes de la Guerra, Argentina tenía un intercambio lógico con los ocupantes de las Islas, les proveíamos de servicios, teníamos intercambios estudiantiles, había argentinos que viajaban cotidianamente e incluso generaban negocios en las Islas. La ruptura de este diálogo social y comercial, fue la primera consecuencia.

La segunda conclusión fue el desarme total de la Argentina. Luego de los Tratados de Madrid, y la presión anglo-americana sobre cada proceso de compra local, ha redundado en la situación actual de subordinación militar y merma de nuestras capacidades disuasorias.

La tercera conclusión tiene que ver con el uso indiscriminado de nuestros recursos en la zona de exclusión trazada -y ampliada unilateralmente- por Reino Unido y que le permite usufructuar recursos pesqueros e hidrocarburíferos sin nuestra participación.

Para revertir esta situación, Argentina necesita reconstruir sus capacidades defensivas para lo cual es menester incorporar poder naval, capacidad de despliegue en el Atlántico Sur a sus anchas, para lo cual es clave el rol de submarinos de última generación (otra alternativa de trabajo conjunto con Brasil, que acaba de botar su primer submarino 100% nacional con propulsión nuclear).

Debe incorporar aviones supersónicos de última generación, con independencia tecnológica y en una proporción que presente respeto en la Región. Sólo para tener una aproximación, con la incorporación de los F-16 daneses no alcanzamos ni por asomo a tener una relación 5 a 1 (uno nuestro por cada 5 ajenos) con Reino Unido.

Y finalmente, recuperar los proyectos misilísticos que supimos desarrollar en los años 70–80 que garantizaban el alcance de media distancia tierra-tierra / tierra-mar en un radio de 10.000km.

Sin políticas claras y sostenidas en estos tres frentes, Argentina tendrá fuertes vulnerabilidades y por sobre todas las cosas, será actor irrelevante en todas las discusiones regionales e internacionales. La tan vapuleada “vía pacífica” a la que los politiqueros hacen alusión en sus discursos del 2 de abril, sólo es viable en un contexto de negociación entre iguales. Y desarmados y de rodillas sólo podemos dialogar desde el ridículo.

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