Endofobic talks I

Pedro Pablo
4 min readMar 11, 2024

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(el título es en inglés para regocijo de los endofóbicos)

Diálogos endofóbicos es un nuevo proyecto que encaro con el objeto de visibilizar la historia del “odio a lo propio” que se ha inculcado en la Argentina desde el comienzo de su historia.

Endofobia: del gr. ἐνδο- endo- dentro, interior; Φόβος [Phóbos] temor, odio. Habla de un “odio a lo propio” desde una perspectiva identitaria. Como fenómeno sociológico se vivencia principalmente en naciones Occidentales modernas, durante períodos breves; por ejemplo en Alemania luego de Segunda Guerra Mundial; en México durante la crisis del Tequila. La tendencia suele indicar que los pueblos aceptan y ponderan su propia cultura e historia, y la rechazan en momentos de gran frustración o conmoción social.

Mi tesis apunta a demostrar que el odio a lo propio en la Argentina es un discurso dominante, estable y difundido ampliamente en distintas clases sociales que opera como un elemento limitante de nuestra identidad y expansión tanto económica como cultural.

En estos diálogos pongo el acento en un elemento constitutivo de nuestro orden jurídico y nuestra historia política: la Constitución Nacional.

El artículo 25 de nuestra CN reza: “El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.”

El fomento de inmigración EUROPEA como mandato constitucional tiene un trasfondo de larga data que se presenta como una constante en la historia argentina: la idea de que hay una sociedad superior de la cual debemos aprender, o peor aún, a la cual nos debemos subordinar.

Hay un aspiracional constante, psicológicamente autoestigmatizante que se presenta como una condición de nuestra historia política. Sin ir más lejos: en el devenir de nuestra Patria, la primera antinomia presentada entre dos sectores políticos internos, “los unitarios y los federales”, exponen de manera patente este entramado simbólico.

Los sectores liberales y unitarios, eruditos, cultos y formados muchos de ellos en universidades foráneas, sostenían con fervor la premisa de que la vanguardia del mundo orbitaba en la cultura europea. Los productos locales eran de inferior calidad y no tenían proyección posible para competir con los que provenían del otro lado del Atlántico. En uno de los negocios donde mas resalta esta variable es en la industria naval: siempre se veneró la industria naval británica y se interpretó la doméstica como algo atrasado e incapaz de alcanzar los cánones foráneos. El resultado de esta condición psicólogica desemboca en la ausencia total de una marina mercante, de una cultura de mar, tanto en materia de comercio, defensa como incluso nutricional / gastronómica.

La ausencia de un poderío naval acorde a las necesidades geopolíticas en Argentina se hicieron patentes en la totalidad de conflictos militares que protagonizó o estuvo cerca de protagonizar nuestro país. La guerra con el Brasil, se tuvo que apelar a las licencias de corsarios. El bloqueo anglo-francés, se tuvo que apelar a obstaculizar las operaciones enemigas, apostando a una estrategia de desgaste prolongada en el tiempo a un altísimo costo. La pérdida de las Islas Malvinas a mediados del Siglo XIX y las reiteradas oportunidades donde podríamos haber recuperado esa tierra santa: teatro de operaciones germano-británica en la primera y segunda guerra, teatro de operaciones británico-nipón en la segunda guerra. La guerra de las Malvinas en sí mismo en 1982. Y la antesala a lo que podría haber sido una guerra abierta con Chile por el Canal de Beagle en 1979.

En todas esas aventuras militares, jamás resultó como moraleja la consigna “debemos desarrollar nuestra industria naval”. Y esta limitación psicológica se sostiene 100% sobre una condición endofóbica que parte de la base de que la industria naval argentina no puede alcanzar a las foráneas. Algo tan simple de refutar, con tan solo decir que China hoy está anunciando su tercer portaaviones, el primero 100% de fabricación nacional.

Esta pasión por lo europeo se concibe también en la adoración por la mano de obra anglosajona. Al momento de redactar la Constitución Nacional en 1853, el paradigma criollo se enfocaba en la premisa de que los países anglosajones habían desarrollado las industrias modernas, y al atraer esa migración se iba a obtener la incorporación de técnicos profesionales y obreros calificados. Sin embargo, “importamos” indigentes analfabetos y anarquistas de Italia, España, Polonia e Irlanda. Lejos de lo esperado, un componente social que distaba de ser superior a nuestro tejido social.

La pasión por importar europeos rompió todos los parámetros que un autor objetivo que observa atento desde el siglo XXI podría esperar: el peronismo, a la sazón el movimiento nacionalista más grande de América Latina, la insubordinación fundante de la Nación Argentina, replicó el mismo mandato en el artículo 17 de la Constitución Nacional sancionada en 1949, única vigente a la fecha derogada de facto durante la dictadura militar de Aramburu y convalidado este hecho aberrante por los gobiernos subalternos que le sucedieron hasta la fecha.

Y éste art. 17 reza: “El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.”

Sí, exactamente el mismo artículo de mierda.

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